Las ‘mulas’ del microtráfico en las cárceles de Valledupar

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Este año, más de 30 mujeres han sido capturadas tratando de ingresar drogas a los dos establecimientos carcelarios. La mayoría son madres cabeza de hogar.


Cada vez son más las mujeres que terminan en prisión tratando de ingresar drogas a las cárceles de esta capital. El aumento de las capturas da cuenta de la expansión de las redes del microtráfico que delinquen fuera y dentro de estos establecimientos en procura de continuar con un negocio que, con el comercio de pequeñas cantidades de marihuana, cocaína o bazuco, mueve millones de pesos cada mes.

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La participación de mujeres se evidencia con las más de 30 capturadas registradas este año por el intento de meter drogas a las cárceles vallenatas.

La modalidad que ya es frecuente en la Cárcel Judicial y la Penitenciaría de Alta y Mediana Seguridad de la capital del Cesar consiste en aprovechar el ingreso de mujeres, los domingos durante las visitas conyugales, para que lleven los alucinógenos que multiplican sus precios una vez llegan a las manos de los reclusos.

Así, mientras en las ‘ollas’ del microtráfico en barrios de Valledupar media libra de marihuana se consigue en $300.000, en las cárceles a esa misma cantidad de cannabis, pero distribuida en pequeñas dosis de unos “1.000 por cachito”, le sacan $1.000.000.

En el caso de la cocaína, un gramo en las caletas barriales vale $10.000, pero en los patios de los establecimientos carcelarios se consigue entre $30.000 y $40.000; la bolsa de 5 gramos de bazuco, que cuesta $10.000 en el comercio callejero, en las cárceles vale hasta $50.000.

Las ganancias hacen que las redes de jíbaros busquen la manera para que la droga llegue hasta los patios de los dos centros de reclusión. Para ello las mujeres que van a visitar son contactadas ofreciéndoles entre $100.000 y $200.000 por cada ‘taco’ de marihuana, cocaína o bazuco que logren meter; otras reciben en la parte externa los encargos hechos desde prisión.

Dedales de latex

La mayoría son madres cabeza de hogar que se convierten en ‘mulas’ como un eslabón más en la cadena del tráfico, venta y consumo de estupefacientes en lugares donde, se presume, los internos buscan resocializarse.

Los hallazgos de la guardia del Instituto Penitenciario y Carcelario, Inpec, registran el uso de condones y guantes de látex en los que empacan entre 80 y 100 gramos de alucinógenos y estupefacientes y los introducen en sus partes íntimas, pasando inadvertidas en algunos casos. Por eso, en los operativos este es uno de los aspectos a los que más atención le prestan en los controles.

Para la directora de la Cárcel Judicial de Valledupar, Enilda Vásquez, la venta y consumo de droga en el penal es una realidad.

“En ciertos patios tienen su comercialización. No tenemos identificados a los jefes porque impera la ley del silencio; muchos consumen droga y a los que llegan los hacen consumir”, indica.

Pese a las capturas de mujeres, Vásquez manifiesta que el ingenio para seguir llevando estas sustancias a las cárceles no tiene límites. Por ejemplo, la guardia ha detectado que desde la parte exterior hombres en motocicletas, especialmente en horas de la tarde, lanzan pelotas, “como un balón de microfútbol”, cargados con droga que caen en patios específicos, aunque son incautados por los dragoneantes del Inpec.

El coronel Mauricio Bonilla, comandante operativo de la Policía en el Cesar, dice que “cuando intentan ingresar drogas es porque quieren expenderla. Por eso es importante la parte preventiva: realizamos requisas permanentes y controles al ingreso con perros amaestrados”.

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Judicializaciones

Son múltiples las capturas en flagrancia. Cada domingo durante las visitas es común que una o varias mujeres caigan en poder de las autoridades por esta actividad delictiva.

En un solo día, en un operativo conjunto del Inpec con el Cuerpo Técnico de Investigación de la Fiscalía, 22 ‘mulas’ del microtráfico fueron privadas de la libertad al hallarles cientos de gramos de marihuana y cocaína cuando pretendían meterlos a la Penitenciaría.

El caso sucedió en enero de este año, pero a pesar de las incautaciones y la magnitud de la operación todas fueron dejadas en libertad, al parecer por inconsistencias en el procedimiento.

La pena es de uno a cuatro años de prisión

En febrero pasado fueron capturadas Gladis Raquel Gómez Villa y Kendy Figueroa Córdoba cuando llegaron a la Cárcel Judicial aparentemente a visitar a unos familiares. Pero al practicarles una requisa, las autoridades se percataron de que en realidad pretendían ingresar droga.

De acuerdo con la Policía, a Gómez le hallaron 55 gramos de cocaína y 98 de marihuana, mientras que Figueroa llevaba 100 gramos de cocaína. Las dos fueron judicializadas por el delito de fabricación, tráfico y porte de estupefacientes. El 7 de agosto de este año, Yesika Liceth Pérez, natural de Barranquilla, fue detenida pretendiendo meter 82,2 gramos de marihuana en uno de los establecimientos carcelarios. Dijo que iba a visitar a su esposo, pero los perros antinarcóticos del Inpec y el nerviosismo con el que entró la delataron: la requisaron y le hallaron la hierba. El primero de agosto fue presentada ante el Juzgado Primero Penal Ambulante Bacrim con funciones de control de garantías, Yolanda Cañizares luego de ser capturada con droga en el ingreso a la Cárcel Judicial. La Fiscalía le imputó los cargos de porte y tráfico de estupefacientes.

Las capturadas pueden pagar un mínimo de hasta cuatro años de prisión, aunque en la mayoría de los casos por ser madres cabezas de hogar, con sus esposos o compañeros detenidos, son cobijadas con medida de aseguramiento domiciliaria.

Fuente: El Heraldo

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