LA VALIENTE PRIMAVERA QUE SE SIEMBRA EN EL INPEC Y LA USPEC

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La prisión es una de las instituciones más antiguas con las que cuenta cualquier país, prácticamente desde el nacimiento de los estados se acompañan por defecto de la institución carcelaria. Y esto, siendo un aspecto obvio, ha dado lugar a que dicha institución sea testigo directo de la construcción histórica y política de las naciones.

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La mujer no siempre fue parte de este desarrollo, durante años las cárceles fueron monopolizadas por la mano de obra masculina, las mazmorras, como otrora se les llamó, se concebían como sitios oscuros e indeseables, donde difícilmente se aventuraría una dama, a menos que fuere una condenada, que eran muy pocas, ya que los castigos fueron durante mucho tiempo preferidos a la pena. Eran otras épocas y por muchos años se consideró impensable que ellas ejercieran alguna labor penitenciaria.

La mujer no siempre fue parte de este desarrollo, durante años las cárceles fueron monopolizadas por la mano de obra masculina, las mazmorras, como otrora se les llamó, se concebían como sitios oscuros e indeseables, donde difícilmente se aventuraría una dama, a menos que fuere una condenada, que eran muy pocas, ya que los castigos fueron durante mucho tiempo preferidos a la pena. Eran otras épocas y por muchos años se consideró impensable que ellas ejercieran alguna labor penitenciaria.

En 1880 se pensó seriamente en dejar a cargo de las mujeres el cuidado de las reclusas, por lo que se llegó a un acuerdo con la Comunidad de Religiosas El Buen Pastor, aunque apenas duró cinco años el convenio, esto sentaría las bases para desarrollar la reclusión femenina como factor indispensable en el desarrollo de la política penitenciaria nacional.

Desde entonces y a través de los años, el papel que ha cumplido la mujer en la prisión, en nuestro país, ha estado alimentado por historias y más historias, que muestran como la valentía de estas mujeres, que en muchas ocasiones habrán sido apenas un puñado, ha llenado de orgullo y satisfacción a todos los que componemos el sistema carcelario, además en general al país.

Son muchas las luchas que se han dado, por igualdad en derechos laborales, por mejorar las condiciones de reclusión de sus congéneres, en contra de las injusticias de género, e incluso a favor de sus compañeros hombres, quienes ahora no podemos mirarlas sino con respeto y admiración.

Hoy, muchas mujeres han tomado la responsabilidad de llevar al INPEC a un sitial más merecido, pues para nadie es secreto que la opinión pública es implacable con el sistema de prisiones del país. Cientos de mujeres oficiales, suboficiales y miles de compañeras dragoneantes, además del cuerpo administrativo del instituto, trabajan para sacar a sus familias adelante y en el camino, poner la casa en orden.

Son cada vez más las mujeres que ocupan cargos de responsabilidad, mujeres que también integran organizaciones sindicales, en pro de la protección laboral de sus compañeros y compañeras, son cada día más las mujeres del INPEC y la USPEC, que empiezan a visibilizarse y se empoderan de su rol, exteriorizando su experiencia y ocupando espacios en organizaciones internacionales. Son ellas, las que han continuado la lucha iniciada hace mucho por mostrar una realidad que hoy golpea a Colombia, la violencia de género, algo que tal vez suena nuevo, pero que por el contrario lleva siglos silenciando la tarea de tantas mujeres que componen el espectro poblacional de la nación.

Entonces ahora, las mujeres del INPEC y la USPEC se alzan en contra de estas injusticias y como heroínas nos enseñan a defender nuestros derechos, por eso no se puede pensar más que en el orgullo que produce trabajar a su lado; y por ello, nuestra misión debe ser acompañarlas, como ellas lo han hecho siempre en silencio, desde que las luchas laborales se iniciaron, aquellos tiempos en que nunca pensamos que hoy fueran ellas, las que con su firme voz nos muestren, como se hace.

Ojalá el país entienda que este movimiento, esta revolución de madres, hermanas, esposas e hijas no es ningún cuento, es la crónica de una historia, plagada de iniquidades en su contra, es la representación de aquellas que, aun hoy, no tienen como gritar su dolor acumulado, miedos, temores; es la primavera de esa mujer, que, aunque fuerte ante la adversidad, también ama y cautiva, escribe y canta, ríe y también llora por su gente.

GRACIAS TOTALES

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